Expone en el Museo MAR y este domingo dará un conversatorio por Instagram. El artista contó detalles de su enorme obra "Mar del Plata ¿infierno o paraíso?" y reflexionó sobre la potencia de las imágenes fijas.
Por Paola Galano
En los libros de comentarios de las exposiciones llegaron a preguntarle -ironía mediante- si no estaba pagado por la Secretaría de Turismo de Carlos Paz. Su enorme obra fotográfica, titulada “Mar del Plata ¿infierno o paraíso?”, en la que trabaja desde hace más de cuarenta años, generó no pocas resistencias cada vez que mostró esas imágenes entre los mismos marplatenses. A Ataúlfo Pérez Aznar, su autor, no le sorprende.
Donde muchos ven en sus fotos aspectos negativos y degradados de una ciudad turística que durante tres meses cambia su fisonomía y su ritmo y se vuelve popular e inclusiva, su ojo entrenado de artista ve otra cosa: “Para mí conforman parte de lo que somos como país”, explicó a LA CAPITAL.
El fotógrafo, docente de fotografía y geografía, protagonizará un conversatorio este domingo a partir de las 18.30 por Instagram Live. Se lo podrá escuchar y ver a través de la cuenta del Museo MAR: @marmuseo.
Es que Ataúlfo es uno de los autores cuya obra fue elegida para la muestra “Tres miradas sobre Mar del Plata”, con la que el Museo MAR inauguró la temporada pasada y que aún puede recorrerse. Los otros autores son Anne Marie Heinrich y Alberto Goldenstein, quienes también fotografiaron Mar del Plata en diversos momentos del siglo XX.
A Ataúlfo le interesó la ciudad que escapa al estereotipo. “Mi objetivo no es documentar, realmente abordo la fotografía como medio de expresión, y por lo tanto interpreto a través de las imágenes, cosa que al comienzo me ocasionó infinidad de problemas debido a esa instalación que se tenía de Mar del Plata como una ciudad frívola -sigue-. Hoy, estas imágenes están asimiladas a la historia de la fotografía argentina y han sido más que reconocidas, pero en un primer momento esa mirada interpretativa me generaba algún inconveniente”.
El artista puso el acento en la interpretación, un paso esencial a la hora de componer “Mar del Plata ¿infierno o paraíso?”, obra que tras dos libros está a punto de tener su tercer tomo. “En cualquier disciplina artística, cuando uno interpreta se tiene que hacer cargo de su visión, de sus fantasmas, ya que es una expresión de nosotros mismos, no es una imagen que se limita al mundo exterior”, apuntó.
El vínculo de Ataúlfo con lo marplatense se forjó en su infancia. Pasó en estas costas largas vacaciones, los quince días del receso invernal y muchas escapadas cortas. Su papá fue ministro de Educación bonaerense, durante el gobierno de Oscar Alende desde 1958 a 1962. En su gestión, fundó la Universidad Provincial de Mar del Plata (luego Universidad Nacional) y más tarde se convirtió en rector, además de docente. “Viajó semanalmente durante años a desarrollar sus materias”, recordó.
Por eso sentencia: “Mar del Plata es mi propia ciudad, casi equivalente a La Plata, donde nací. Mi visión de Mar del Plata se configura entre la mirada del turismo, del verano, pero a su vez, la propia del marplatense, la del invierno. Amo profundamente la ciudad”.
En su obsesión por registrar Mar del Plata aparece otro detalle: cuando comenzó con su trabajo sobre esta ciudad en 1981 “si bien había aflojado la represión todavía estábamos en dictadura y Mar del Plata era de los pocos lugares del país donde la cámara estaba asimilada, producto de su vida turística. No llamaba la atención, cosa que no sucedía en otras partes del país”, detalló.
-¿Considera que registró en “Mar del Plata, ¿infierno o paraíso?” la ciudad que nadie quiere ver, la Mar del Plata popular, poblada de personajes exóticos?
-Creo que Mar del Plata es la ciudad más estereotipada a través de las páginas de Gente o de Siete Días. Solamente se podía ser joven, delgada, rubia y con bikini, era un modelo a seguir, eso caló hondo en la ciudad. O los programas de Mateyko que se hacían con una mirada frívola, cosa que nunca compartí. Lo que sí considero es que Mar del Plata representa una metáfora de la Argentina, porque la gente se siente totalmente libre, a diferencia de otras ciudades, como ocurre con Capital Federal que es más populosa, está más uniformada. El tipo de ropa que se usa, mientras que la gente que llega a Mar del Plata se libera, recurre a sus más profundas fuentes y tradiciones en cuanto a las vestimenta, a la música, y vos podés ver la diversidad de nuestro país en Mar del Plata, cosa que es muy difícil poder encontrar en Buenos Aires. Hay imágenes que me remiten a mi niñez, cuando era más que común que las mujeres se dejaran el corpiño debajo de la malla.
-¿Cómo fue encontrando esas imágenes? ¿son imágenes robadas en una caminata, con la urgencia con la trabaja un reportero o el abordaje fue otro?
-Para nada mi mirada tiene la urgencia del reportero gráfico, ya que es producto de largas caminatas disfrutando del mar, del paisaje y dentro de eso encuentro mis imágenes y muchas veces producto de ese conocimiento previo, las busco en aquellos lugares donde creo que se pueden desarrollar. Para sacar a la gente en la playa durante dos veranos seguidos me concentré en ir a las seis de la mañana cuando amanecía en la playa.
-¿Por qué sigue siendo tan potente la fotografía aún cuando parece que pierde si la comparamos con lo audiovisual, con el registro del movimiento?
-No comparto para nada en cuanto a las diferencias con el video. La foto tiene una potencia más que particular. Fueron dos fotos las que golpearon a la opinión pública y generaron una mirada negativa de la guerra en la sociedad norteamericana: la foto de la guerra de Vietnam de Eddy Adams en la que se ve al policía que dispara en la cabeza a un civil con las manos en la espalda. Y la famosa nena que corre desnuda con el cuerpo en llamas de Napalm. ¿Cuál es mejor o peor?, son diferentes (la fotografía y el cine). Las imágenes fijas generan un enfrentamiento con el observador, cuando son potentes están ahí para interpelarnos. Aportan a la reflexión del espectador.
-En la actualidad, llenamos los discos rígidos de nuestras computadoras con imágenes que sacamos con nuestros dispositivos móviles, pero raramente las vemos. ¿Tiene sentido?
-El formato digital también ha llevado a la gente a sacar fotos de modo irreflexivo, priorizando más en las imágenes que en las vivencias. Antes nos reíamos de los japoneses que se bajaban de los micros para sacarle todos a la Torre Eiffel y recién disfrutaban de la torre a través de las imágenes, a su regreso. Hoy eso se ha generalizado. Ya no son los japoneses, es toda la gente que saca fotos, que se se amontona, que se empuja, no vive la experiencia del conocimiento ni el tiempo que es conveniente dedicarle a esos vínculos, cree que fotografiándolo y guardándolo está todo garantizado. En lugar de sacar una foto haciendo hincapié en el encuadre, en el punto de vista, en el instante del disparo, lo que llamamos el acto fotográfico. Lo digital tiene sus problemas. Son distintos espacios de reflexión y eso es lo que le falta en la actualidad a la fotografía, indudablemente.